Un cuadrito en el monitor era mi única ventana al estadio Chivo Cordoba de Toluca. Las finales de futbol de la Universiada se iban a jugar y una mala imagen via internet era el único medio para poder estar presente.
Faltaban dos horas para el partido de la UNAM contra el ITESM original. No podía quedarme en mi casa conformándome con una pantallita cucha. En otro descenfreno pedí permiso a las autoridades hogareñas, o sea a mi padres, para poder irme en coche a Toluca.
Para mi sorpresa si me dieron luz verde y, por primera vez en mi vida, recorrí una distancia en coche fuera de la capirucha. Las manos me sudaron a cuenta gotas, nada raro de mi cuerpo, mientras recorría los 60 kilómetros de carretera a la capital mexiquense.
Una manifestación del día del trabajo desvió mi recorrido por cerros en calles ajenas a mi horientación. Acabé en la punta de dicho montículo para observar el estadio dos cerros a mi izquierda.
Después de minutos perdidos, por fin llegué al partido. Las chicas pumas quedaron campeonas al anotar dos goles contra cero. La Doña, Gabo, Mariana, Daniela y demás dieron un partido de antología. Su felicidad fue notoria y no era para menos. Entre goyas y cánticos una narración periodística surgía de manera natural. Una vez más agradecí mi desenfreno.
lunes, mayo 02, 2005
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