lunes, febrero 27, 2006

Cuando se vence a la lógica

Sólo Senegal sabe lo que sentí el viernes pasado. Senegal había clasificado por primera vez a una Copa del Mundo para disputar la versión de Corea-Japón 2002. Llegaba como la escuadra más débil de las africanas y con pocas posibilidades de destacar. Y para su mala suerte, le tocaba abrir contra el campeón del mundo: Francia.

Las estadísticas dictaminaban una victoria fácil para la escuadra gala, sin embargo, los senegaleses dieron muestra de un buen futbol, metieron un gol y se llevaron la victoria por la mínima diferencia. Parecían que habían ganado el torneo y no era para menos. Le habían ganado a los campeones por méritos propios.

Después sumaron dos empates, ante Dinamarca y Uruguay, y sorpresivamente se clasificaron a la segunda ronda del torneo. Motivados y deslumbrantes llegaron hasta cuartos de final donde cayeron ante Turquía. No importaba esta derrota pues la victoria a Francia representaba el triunfo a su esfuerzo. En el futbol como en la vida, no hay nada escrito.

Todo este chorote es porque en la tarde del viernes gané un premio de periodismo después de tres años de participación. En la primera versión me llevé una mención honorífica, la segunda me fui en blanco y, esta vez, era la vencida.

Para no perder la costumbre, había tenido dos entrevistas en la mañana. Una a un doctor veterinario de la UNAM para saber las reacciones físicas de los toros de lidia en la fiesta brava y la segunda al nuevo coach de los Pumas de tocho.

Unos minutos antes de las seis, salí a toda velocidad de la redacción para estar a tiempo en el Palacio de Minería, lugar de la entrega de premios. El lugar ya estaba repleto.

Al nombrar a los primeros galardonados, recordé el año pasado donde daban los nombre de los ganadores y no aparecí. Sentí vértigos por pensar que otra vez se repetiría la historia.

Cuando dieron el nombre del ganador en reportaje se escuchó mi nombre y simplemente me hice pequeño en mi asiento. No lo creía. Me paré como pude, alguien me dijo que saludara a todos los jurados, me dieron un diploma, trofeo y una caja de premios. Estaba bastante freakeado

En los anteriores premios ya me había acostumbrado a ver al mismo chico que ganaba en esta categoría. Esta persona merece toda mi admiración por lo bien que redacta y, porque hay que admitirlo, es un prodigio del periodismo cultural.

Pero esta vez a mí me tocó salir con el premio. Recordé las caras de los de Senegal cuando le ganaron a Francia y no pude sentirme igual que ellos. Guardé la emoción durante el tiempo que duró la entrega.

Al salir del periódico, pus por que regresé a acabar unas notas, exterioricé mi emoción como si hubiera ganado un partido. Por una vez, logramos vencer a la lógica (juar, juar, juar).

domingo, febrero 12, 2006

Una playa auriazul

Nada como el calor del pacífico, la suavidad de la arena en los pies, el tranquilizante sonido de las olas deslizándose sobre la playa y un delicioso Hershey de chocolate para el gusto matutino. Para cerrar tanto festejo de fin de carrera, la Casa de los Pumas se convirtió en la Costa de los Pumas.

Fueron días en los que dormíamos de tres a cuatro horas diarias y así aprovechar al máximo las bellas playas de Acapulco donde hubo tiempo de jugar futbol costero, aventarse desde el parachute y sacarle provecho a la barra libre de 12 horas.

Sin importar que estuviéramos en uno de los antros más nice del lugar, o a mitad de la avenida Miguel Alemán, o en un barco con turistas extranjeros a media noche, la tradicional y significativa Goya Universitaria nunca faltó.

Días de sol para disfrutar de los verdaderos amigos y seres queridos en un ambiente paradisiaco.

Ya hacía falta quitarse un poco el blanco burócrata que tanto nos identifican a los chilangos. Poco importó quedarse con las pompas blancas al regreso, total, ya habrá tiempo para ir a Zipolite y poner a tono toda la piel.

La Copa que bella es

La primera vez que la recuerdo fue por tele mientras se jugaba la final del Mundial Italia 1990. No entendía por qué un adulto como Maradona lloraba con tanta tristeza por no poder cargarla.

Con el paso del tiempo, descubrí su verdadero brillo y la importancia que encierra a lo largo de sus 18 quilates de oro. No es sólo un pedazo de metal escultórico en forma de un mundo, se trata del sueño más anhelado de todas las personas que les gusta patear un balón.

Cuando iba en secundaría recorté una foto suya del periódico y a partir de esta ilustración realicé un collage con diversas imágenes de futbol en un rincón de mi closet. Incluso, pegué una foto de Chilavert señalándola y otra más de Jorge Campos brincando sobre ella.

Todo esto lo recordé el viernes pasado cuando tuve el privilegio de estar a dos metros de ella. Fue una emoción indescriptible. Aquel trofeo que sólo había visto en fotos y televisión estaba a unos cuantos pasos de mí.

Me quedé varios minutos observándola (hasta que un señor malo me dijo que ya la iban a guardar) y reflexionando sobre todo lo que significa. La Copa del Mundo estaba en México.... Tan cerca y tan lejos al mismo tiempo.

Sospecho que en verano regresará nueva mente a Brasil pero, mientras eso sucede, seguirá representando el sueño de miles de jugadores.