En la mañana del 19 de septiembre de 1985, los que vivimos en la capirucha, amanecimos con un movimiento telúrico de 8.1 en la escala de Richter. Algunos pensaron que no había pasado nada más que el susto de un temblor como suelen darse en Chilangolandia. Sin embargo, el saldo fue de 6 mil muertos, 10 mil heridos e infinidad de construcciones destrozadas y dañadas.
Las historias de aquella mañana son diversas pero todas coinciden con el hecho de que el suceso despertó la unión de un pueblo sorprendido por una catástrofe natural. Las imágenes de edificios caídos como los multifamiliares del legendario Tlatelolco, diversas casas de la colonia Roma, Televisa Chapultepec, el edificio de Telecomunicaciones, el hotel de avenida Reforma esquina con Insurgentes, y varios más, se encuentran grabadas en video y fotos como testigo del siniestro.
En el aspecto deportivo, nuestra ciudad era considerada como sede mundialista para el próximo año. Un par de días después de los sismos se declararon al estadio Azteca, Olímpico Universitario y Neza 86 en óptimas condiciones para albergar el Campeonato Mundial de Futbol.
Sin embargo, hubo un espacio deportivo que fue protagonista de la pasadilla vivida hace 20 años. El Parque del Seguro Social, casa de los equipos capitalinos de béisbol, fue utilizado como una morgue masiva para reconocer cadáveres.
Lo que había sido terreno de hazañas de los Diablos Rojos y Tigres de México, ahora estaba invadido por infinidad de ataúdes visitados por centenares de personas en busca de familiares perdidos.
No tengo recuerdo alguno del temblor -sólo tenía dos años de edad- más que el vidrio cuarteado de mi cuarto de lo que antes era mi casa en la colonia Santa Cruz Atoyac. Con el paso de los años observé fotos de lo sucedido y hoy en día no puedo imaginarme la pesadilla que se ha de ver vivido aquel lejano 19 de septiembre.
Esa mañana mis padres nos vestían a mi hermana y a mí para dejarnos en la guardería antes de ir a sus respectivos trabajos. Cuando inició el movimiento telúrico nos cargaron, semi vestidos, para bajar a la entrada de la casa. Terminado el temblor la luz y el teléfono no servían.
Mi padre agarró un radio portátil y nos llevó al jardín de niños de manera natural. Justo en el camino de regreso escuchó los reportes de diversas edificaciones caídas. El edificio donde trabajaba mi mamá se había colapsado. Afortunadamente los policías que cuidaban el lugar habían salido a tiempo y no hubo pérdidas humanas qué lamentar.
Cuando mis padres se dieron cuenta de la magnitud de lo sucedido, de inmediato se regresaron por nosotros para dejarnos en la casa mientras salían a buscar a una tía doctora quien no sabían de su paradero.
Dos décadas después, cada chilango tiene su propia historia que tenemos la dicha de contar.
domingo, septiembre 18, 2005
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6 comentarios:
De mañana, el señor Gaudencio, listo para salir a trabajar, se despedía de sus hijos, de repente comezó el movimiento. Agarró a Gade, su hijo de dos años, y bajó de las escaleras sentado. Su esposa, Rocío, tomó a sus otros dos hijos, Edgar y Gustavo de 9 y 6 años respectivamente, y salieron a la calle.
El crujir de las casas era preocupante; el continuo caer de chispas, producto del roce de los cables de luz con las ramas de los árboles alarmaban a los vecinos palidos del susto.
Esa mañana la ciudad fue sacudida, un México era enterrado y otro despertaba.
Mmm... yo no recuerdo mucho... era muy pequeña.
A esas horas de la mañana mi papá ya estaba en la chamba, así que mi mamá tuvo que tomar a sus dos chamacos (la China -de casi dos años- y Baruch -a punto de cumplir el año).
Las consecuencias fueron terribles para la delegación Iztapalapa, sobrevino una crisis en el abasto de agua. Meses y meses de un líquido impuro, meses y meses en que las amas de casa se veían obligadas a formarse para tomar agua de una toma comunal.
Sólo diré que tenía más años que ustedes (oops!) y que recuerdo cosas que me impactaron, que mi kinder quedó en ruinas y hubimos de estar todos juntos en un kinder para damnificados...
Yo tampoco me acuerdo... pero no me sabía aquello del parque del Seguro, y recordé el par de juegos a los que asistí para ver a los Tigres...
¿Cuánto de nosotros como país se fue con las ruinas y los muertos?
Santo dios, qué asco de blog.
No podría estar peor. ¿Y tú te llamas periodista?
Eres un lugar común con patas. Una frase hecha malabareando baloncitos. Nauseabundo, ridículo. Y peor cuando te pones "serio".
En fin, mientras los tres idiotas que te toman en serio te leen, los demás en la blogósfera seguiremos cagándonos de la risa de lo estúpido que eres.
Mucho amor.
Me dan más asco las personas que usan seudónimos para lanzar piedras.
Lo pero de todo es que no se ha dado cuenta que el lugar común es él. Más común que una caca en el zapato.
Chale. Sólo se lee la mediocridad en el comentario anterio (y refleja la miseria de persona).
No se apure alex, aquel siempre tendrá a un asiduo lector de sus escrito que comente puras pendejadas (y no lo digo por mí).
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