martes, noviembre 15, 2005

Cuando los toros se van al cielo

Fue una tarde nueva ante un mundo llamado: fiesta brava. Tenía cinco años, más o menos, cuando me llevaron por primera vez a los toros. Fui al coso poblano del Relicario en compañía de mis padres, un primo y mi abuelo.

Aquel cartel tenía la novedad de que David Silveti, quien la semana pasada cumplió dos años de su suicidio, le daba la alternativa al tlaxcalteco Rafael Ortega, ante la presencia de Manolo Arruza. Este último dicen que dio una cátedra de tauromaquia.

Caía la tarde y mis ojos se llenaron de asombro ante la valentía de un hombre quien se atrevía a realizar surtes ante un astado de media tonelada. Todo fue sorpresa hasta que llegó el momento de muerte del primer toro.

Me entró preocupación por ver morir a un animal y miré a mi mamá para preguntarle "¿verdad que los toros también van al cielo?".

El domingo pasado presencié aquel matador que sorprendió mi primera lidia. Era Manolo Arruza en su regreso al ruedo de Insurgentes. Era mi debut como cronista taurino.

De hecho, mi primer escrito de toros fue la llegada del niño madrileño que hoy en día ya no es ningún infante. Esa mismo tarde me tocó redactar la nota del segundo aniversario luctoso de Silveti, y esos fueron mis primeros escrito sobre el mundo de la tauromaquia. Vaya coincidencia.

El sábado por la noche me dieron la orden de trabajo de cubrir la corrida de la segunda fecha de la Temporada Grande. Pese a mi miedo con la redacción por los términos precisos, barrocos y cabales, acepté de inmediato.

Fue una tarde accidentada porque todos los toreros, a excepción de Arruza, fueron embestidos por los bureles. Pero la escena más escalofriante fue la del pobre caballo tango, de la rejoneadora francesa, después de ser puyada por uno de los pitones del animal en la parte inferior del tronco del corcel.

Una vez terminada la lidia, a correr a toda velocidad para redactar. Con un café de maquinita, las palabras brotaron del teclado y la nota estaba concluida. Al observar las fotos de aquella escena penosa, no dudé que también los caballos van al cielo.

2 comentarios:

Gade Herrera dijo...

¡ay!... a mi me gustan los toros...

¿Y por qué no publicó su nota mi buen chitiva?

Saludos y buena suerte en su nueva faceta.

Chitiva dijo...

Hola Gade!!!

Muchos lo podrán ver cruel, pero la tauromaquia es un arte que apasiona a muchos.

Si salió publicada hasta en el online.

Un abrazo